“Te quedás con lo puesto, en shock, y lo primero que te piden es un papel.” — Yésica, vecina de Villa Tranquila.
El incendio que arrasó la vivienda de Maxi en Villa Tranquila no solo dejó cenizas materiales, sino que volvió a encender la bronca contenida de una comunidad históricamente olvidada. Pero la tragedia no terminó con el fuego: comenzó entonces un peregrinar burocrático que agravó aún más el dolor.
Una mañana helada, una chispa fatal
El día más frío del año, un cortocircuito en un tendido eléctrico improvisado por los propios vecinos —ante la ausencia de infraestructura estatal— prendió fuego a una vivienda. En minutos, las llamas consumieron la casa. Maxi, heredero legal del inmueble, quedó con lo puesto. “Corrí por los pasillos golpeando puertas, despertando vecinos. Si no, esto era una masacre”, relató Yésica, vecina del lugar, protagonista del rescate improvisado.
La frialdad detrás del mostrador
Cuando la urgencia aún ardía en los ojos de quienes asistieron al desastre, la respuesta oficial llegó en forma de trámite:
- “Tienen que ir a la estación de bomberos de Avellaneda a pedir un certificado de incendio.”
- “Después, Defensa Civil debe hacer una inspección.”
- “Con esos papeles, recién ahí pueden acercarse a Desarrollo Social.”
Todo esto para una persona en shock, sin documentos, sin ropa, sin calzado. “Te piden papeles como si estuvieras entero. Como si no hubieras visto tu vida arder”, expresa con dolor Yésica.
Nada en la mano, todo en ventanillas
No hubo frazadas, ni colchones, ni chapas. Solo requisitos. Solo oficinas. Solo espera. “Antes, en épocas duras, al menos venían con algo. Hoy, ni eso”, agregó un vecino indignado.
Cicatrices que se repiten
La historia de Yésica también arde en la memoria. A los cinco años perdió su casa en un incendio. “Dormí dos días en una caballeriza entre la alfalfa. Hoy, cincuenta años después, sigue pasando lo mismo. Solo que ahora hay más requisitos y menos humanidad.”
Un reclamo que es justicia
La comunidad de Villa Tranquila exige más que promesas: exige urbanización real, obras, acceso digno a servicios, y un Estado que no los revictimice con el laberinto de la burocracia.
Desde Impacto Sur, seguimos acompañando estas voces. Porque si los micrófonos no llegan a donde arden los barrios, entonces los relatos de los vecinos seguirán siendo solo eco. Y eso también es una forma de abandono.

