El cirujano Sergio Alfieri, que acompañó al sumo pontífice, sostuvo que Bergoglio sabía que estaba por morir. En su última internación había solicitado no ser intubado.
Por primera vez desde la muerte del papa Francisco, habló su cirujano romano, Sergio Alfieri, quien dio detalles de los últimos momentos.
“Entré a la habitación y el Papa tenía los ojos abiertos. Intenté llamarlo, pero no contestó. Le di una caricia”, indicó este jueves en una entrevista con el medio Corriere della Sera.
Y continuó: “El lunes a eso de las 5.30 me llamó Strappetti: ‘El Santo Padre está muy mal, tenemos que volver al Gemelli’. Puse a todos en alerta y veinte minutos después estaba en Santa Marta. Sin embargo, me parecía difícil pensar que fuera necesaria una internación”.
“Entré en la habitación y él tenía los ojos abiertos. Constaté que no tenía problemas respiratorios y entonces intenté llamarlo pero no contestó. No respondía a los estímulos, ni siquiera a los dolorosos. En ese momento entendí que no había nada que hacer. Estaba en coma”, detalló.
Respecto de la manera que confesó Bergoglio en que quería morir, indicó: “Corríamos el riesgo de hacerlo morir en el traslado [al Gemelli] y expliqué que una internación habría sido inútil. Strappetti sabía que el Papa quería morir en casa, cuando estábamos en el Gemelli lo decía siempre. Murió sin sufrir, y en su casa. Cuando estaba en el Gemelli no decía ‘quiero volver a Santa Marta’, decía ‘quiero volver a casa’”.
Alfieri también hizo referencia al hecho de que el Papa no haya respetado el reposo indicado: “Estuvo bien así. Él es (lo dijo en presente) el Papa. Volver a trabajar hacía parte de la terapia y él nunca se expuso a los peligros. Es como si, acercándose al final, hubiera decidido hacer todo lo que tenía que hacer, así como sucedió el domingo cuando aceptó la propuesta de Strappetti de dar una vuelta entre la multitud en la Plaza de San Pedro o como hizo hace diez días, cuando me pidió que organizara un encuentro con todas las personas que lo habían cuidado. Entonces le dije que eran 70 personas y que quizás era mejor hacerlo después de Pascua, al final de la convalecencia”.
“De hecho llamó en su momento la atención y pareció contradictoria esa audiencia después que le hubieran recomendado evitar reunirse con grupos grandes. Pero la respuesta de Francisco fue neta: ‘Los recibo el miércoles’. Hoy tengo la sensación de que él sentía que tenía que hacer una serie de cosas antes de morir”, concluyó.