Por Marcelo Brunwald
La voz del vecino
No todos los días el periodismo cambia una vida. Pero a veces, solo a veces, lo logra. Y cuando eso pasa, uno se acuerda por qué eligió este oficio.
La semana pasada, en medio de tantas noticias duras, tuvimos la posibilidad de hacer algo que fue más allá de informar: ayudar. Tomás Alfredo Centeno Carrillo, un joven de Wilde, había desaparecido. Su familia estaba desesperada. Su mamá, Isabel Carrillo, no sabía dónde estaba su hijo, ni con quién, ni cómo. Lo peor: no sabía si estaba bien.
Desde “La voz del vecino” decidimos hacer lo que sabemos hacer: comunicar. Sacamos al aire a Isabel. Le pedimos que, con todo el dolor del mundo, le hablara a su hijo. Que usara la radio como puente. Que dijera lo que sentía. Y lo hizo. Con la voz quebrada, con el corazón en la mano, le dijo:
«Necesito que regreses a casa. Las cosas que te dije fueron por enojo. No va a pasarte nada malo. Todo se soluciona hablando. Te amo y te necesito en casa.»
Ese mensaje fue como una botella lanzada al mar. Lo viralizamos, lo compartimos en redes, lo subimos al portal. Y pasó lo que todos esperábamos: le llegó. Tomás escuchó a su mamá. Vio el mensaje. Y volvió.
Isabel nos llamó emocionada: “Marcelo, Tomás vino a casa. Pensé que ya sabías. Escuchó la nota. Está bien. Está con nosotros.” Hoy, mientras lo acompaña al colegio, nos agradece. Y nosotros le agradecemos a ella por confiar.
Porque para eso estamos. Para informar, sí. Pero también para tender una mano. Para usar la radio, las redes, el micrófono, como herramientas de servicio. Porque la comunicación no es solo entretenimiento: es solidaridad, es comunidad, es humanidad.
A veces nos critican, a veces nos insultan. A veces nos toca comernos sin sabores. Pero también, a veces, logramos esto: que un hijo vuelva a casa. Que una madre deje de llorar. Que una familia se abrace.
Y eso, créanme, vale más que cualquier premio. Porque la radio es servicio. Porque el periodismo, cuando se hace con el corazón, puede cambiar destinos.
Gracias por estar del otro lado. Gracias por compartir. Gracias por creer que la voz del vecino puede llegar a todo el mundo. Porque llegó. Y Tomás volvió.